27 agosto 2006

EL PLANETA DE LOS PITILLOS

Para expiar el delito cometido, saltándome a la torera (y por motivos que no vienen al caso) el visionado de “El planeta de los simios” versión Heston, aquella misma tarde el sinpar Garson me regaló la edición 35 aniversario de la película, sabiendo como sabe que soy una coleccionista de pequeñas joyas (y también algunos bodrios) del cine de ciencia ficción.
Desde luego, las comparaciones son siempre odiosas, pero entre esta versión del año 68 y la de Tim Burton, siempre me inclinaré hacia la primera, mucho más fiel a la historia original de Pierre Boulle (con sus más y sus menos), encantada, además, con el berrinche del Sr. Heston, cuando grita aquello de “¡Maniáticos! ¡Yo os maldigo!” (no sé porqué, siempre pensé que decía “¡Malditos!” pero no, son cosas que el recuerdo rememora con defectillos).
Sin duda, volver a ver esta peli, después de tantos años, fue un gratificante ejercicio y me gustó tanto como la primera vez. Teniendo un padre aficionado a cualquier cosa que contuviera el mínimo atisbo de ciencia ficción, lo normal es que, en mis juveniles años no me perdiera película alguna del género. Aunque no consiguiera nunca hacerme leer “2001: Odisea en el espacio” pero sí entretenernos, hasta la saciedad, comentando la jugada de la película que también forma parte de mi pequeña pero selecta colección.
En fin, por el título de este post os habréis dado cuenta de que no van por ahí los tiros exactamente. Pues no.
Después de tantos años, y con la intención de dedicarme a observar los detalles y las diferencias habidas con la novela, que leí recientemente, me fijé en un detalle interesante, que me hizo sonreír.
¿Cómo es posible que un astronauta, en una nave pequeña donde tres de sus cuatro tripulantes ya están en sueño suspendido, se fume un caliqueño? ¿Dónde se ha visto? Pues sí, si os fijáis en el primerísimo tramo de la película, antes de que aparezca el título de la misma, y mientras Heston se explaya en un monólogo pre-letargo, este se fuma un purillo tan pancho él. Incluso la nave va provista de cenicero aunque, finalmente, el lugar donde se guarda el purito a medias es, sencillamente, poco recomendable. ¿Lo apagó bien? Parece que sí. Sin duda, pensaba terminárselo una vez llegados a destino, como se puede comprobar más tarde. A este hombre, en mitad de un desierto, no se le ocurre otra cosa que terminarse de fumar el purito, miles de años después de haberlo comenzado.
Lo que más me choca es que, mientras Zaius se fuma un cigarro con mucho estilo y boquilla, el pobre Taylor, acosado por el “mono” de la nicotina, no se le lance al cuello para pegarle un par de caladas.
En fin, como muestra un botón (o mejor dicho, tres).

26 agosto 2006

EL DIA QUE LA HUMANIDAD SE DETUVO

Pues sí, hasta este punto me ha llevado mi afición a buscar pelis de ciencia ficción clásicas, a ver un pedazo de peli como “Ultimátum a la Tierra” cuyo título original podría traducirse como el de este post. En realidad, es parte de esa nostalgia de los ciclos de cine que veía en mis tiernos años, cuando las teles emitían en gamas de grises y los mandos a distancia brillaban por su ausencia. Muchas de esas pelis las recuerdo de forma borrosa, así que muchas veces no sé si me gustaron o no, si eran buenas o un peñazo insufrible.
Comencé por conseguir “Cuando los mundos chocan”, antecesora de olvidables películas de catástrofes a causa de meteorito que choca contra la Tierra aunque aquí, en vez de meteorito te lanzan un planeta enterito contra nuestro pobre pedrusco. La peli, según la enciclopedia de John Clute, merece tres líneas de comentario: “La tensión hasta el choque es lenta y aburrida, la nave de huida es de cartón, y el nuevo planeta es el Edén”. Y, efectivamente, esas tres líneas la definen perfectamente.
Pero yo nunca me arredro, así que seguí atacando con “Mundo futuro”, una secuela de “Almas de metal”. La primera es fácil de encontrar, la segunda vete-tú-a-saber. El caso es que te venden la moto poniéndote a Yul Brinner en portada y resulta que el pobre lo único que tiene de protagonismo en toda la cinta es un sueño onírico. Si “Almas de metal” se merece las 3 estrellitas de la Enciclopedia, “Mundo futuro” se merece dos líneas de comentario: “Los robots chirrían, la trama hierve y el final llega tarde”. Como curiosidad, apuntar que la protagonista, una periodista y presentadora de televisión, es la actriz que da vida a la esposa de Robert de Niro en “Los padres de ella” y su secuela familiar, Blythe Danner.
Aún así, yo sigo en mis trece, dispuesta a rescatar del olvido pelis de CF cuando la ocasión se presenta. Mi tercer intento es “Ultimátum a la Tierra”. En este caso, que la nave y el robot parezcan de mentirijillas, que los efectos especiales sean de chichinabo y que algunos diálogos suenen tontorrones no consiguió decepcionarme. Es una gran historia. Quizá, por aquel entonces, no disponían de los medios técnicos de hoy en día, pero es una historia bien contada aunque el paso del tiempo la haya deteriorado. Es imposible no sentir cierta inquietud al ver al alto Michael Rennie que, con sus sonrisas misteriosas y su delgadez, es mucho más inquietante que Gort, el robot con poder para arrasar el mundo. Como he leído por ahí, esa peli impactó mucho en su tiempo por la situación tensa que se vivía a nivel mundial, ya que es todo un alegato para el desarme y un ultimátum a la carrera armamentística. Pero, ojo, hay un detalle que especialmente me gustó. No nos avisa por nuestro propio bien. No. Ni hablar. El problema estriba en que un pueblo tan destructivo como el nuestro es una amenaza para la paz de otros, así que, u os portáis bien u os enviamos a la versión plateada de los vogones.
Lástima que ayer, por motivos que no vienen a cuenta, no pudiera retreparme en el sofá para ver la versión Heston de “El planeta de los simios”, pero como todo, caerá tarde o temprano.
Por cierto, la película “Ultimátum a la Tierra” está basada en un relato de Harry Bates (Farewell to the master), aunque creo que sufrió unas cuantas bastantes alteraciones.

Nota: el relato está en inglés.

23 agosto 2006

LIBROS Y LECTURAS

Una de mis aficiones, que queda bien plasmada en este blog, sin lugar a dudas, es la lectura. Cuantas de las entradas de mi blog no son comentarios sobre libros leídos… Muchos, la verdad, sino una mayoría de ellos.
Hoy he entrado, después de un mes, en mi estantería de Bookcrossing, para poner al día mi lista de libros leídos, que voy anotando con regularidad en mi agenda. Este año la “cosecha” parece algo escasa. Cada año los bookcrossers se marcan la meta de leer 50 libros. El año pasado fui capaz de rebasar esa cifra, por dos libros. En el 2004 leí bastante más, 65 libros. Pero este año voy algo justa. Estamos en agosto, llevo 24 libros leídos hasta el día de hoy, lo que viene a significar unos 3 libros por mes, y tengo que leerme 26 libros en la mitad de tiempo, es decir más de 6 libros por mes. ¿Lo conseguiré? ¿No lo conseguiré? Realmente, conseguirlo es lo de menos, por supuesto, porque más vale calidad que cantidad y tampoco esto es una carrera. Simplemente debe ser un reflejo del tiempo libre que dedico a esta afición y quizá el acierto con las lecturas escogidas. Quizá los libros elegidos en el 2004 fueron más amenos, quizás este año he tenido menos tiempo libre para leer, he viajado menos en autobús, he caminado más, he dedicado más tiempo a jugar, por ejemplo.
Algunos de estos libros los he ido comentando por aquí, otros quizá no he tenido tiempo o ganas de hacerlo. Y si queréis ver los libros que he leído este año y que leí el año pasado, podéis pasaros por
aquí.
Leer acostumbra a ser una afición gratificante, puedes viajar a través de las palabras, puedes conocer nuevas culturas, puedes aprender cosas que no sabías, puedes desconectar de la cotidianeidad, puedes incluso quedarte dormida porque la historia es soporífera… en fin, hasta puedes aburrirte. Y, por mucho que algunos se empeñen en que el e-book es el no-va-más, yo seguiré siendo una imperturbable e impenitente romántica que preferirá siempre mil veces un libro de papel, por gastadas que estén sus tapas, a un sucedáneo, por mucho software y hardware de que vaya equipado. Que luego te pilla en mitad del monte con la batería baja y ¿dónde lo recargas? Vale, que el libro se puede caer dentro del río, se lo puede comer una cabra o pueden pasarle mil cosas a cual más tremebunda. Pero la única energía que consume es renovable y ecológica ¿o no?. Pues eso.

03 agosto 2006

CON EL AGUA AL CUELLO (Y MAS ALLA)

Con los libros, como con muchas otras cosas, no siempre se acierta. Y lo malo de eso es la cara que se te queda cuando se trata de un autor más o menos recomendado del que aún no has leído nada. Fácil resulta que te desinfles ante semejante adversidad. Y eso es, a grandes rasgos, lo que me ha pasado después de leer “El mundo sumergido” de J.G. Ballard.
No sé de dónde saqué la idea –errónea- que las novelas de Ballard son básicamente acción trepidante ambientada en el futuro. Y sí, algo de acción hay pero no es la tónica. Leyendo la contraportada creí –erróneamente- que sería una novela de personajes y no es que no lo sea –exactamente- porque haberlos haylos. Pero cualquiera los entiende, a ellos y a sus neuras arqueopsíquicas que, poco o nada, quedan explicadas. Lo que si es cierto es que te queda claro que tanto calor le fríe los sesos al más pintado. Y es que, en realidad, debe de tratarse de la evolución del hombre hacia la locura por culpa del intenso calor que reina en la Tierra después de que esta se inunde y vuelva de regreso al triásico.
La novela narra la historia de varios personajes en el devastado mundo que es la Tierra después de haber quedado inundada gracias –o por culpa- de una catástrofe ecológica que ha convertido a los polos en cubitos derretidos. Las ciudades yacen bajo el agua, con los rascacielos y edificios más o menos altos (o que están situados en terreno más alto) sobresaliendo como islotes de cemento. Todo es un gran conjunto de lagunas, lagos, canales, ríos y mares donde la vegetación crece desmesurada y tropicalmente, las iguanas proliferan y los mosquitos, si te pican, te dejan un buen boquete.
La mayoría de habitantes humanos que aún aguanta tanta humedad se ha refugiado al norte del planeta, donde aún se puede soportar la temperatura. Quedan muy pocas personas por debajo del círculo ártico, casi todos ellos saqueadores y gente de mala catadura en general. Y un destacamento de soldados e investigadores que no queda demasiado claro a lo que se dedican, aparte de pasearse en helicóptero. Quizá porque lo que hacen o dejan de hacer es relativamente intrascendente en la historia que el autor pretende contarnos.
Hasta ese punto, salvo algún detallito, la historia funciona más o menos bien, y que es lo que se espera después de leer la contraportada. Pero cuando comienza el tema de los sueños y la regresión arqueopsíquica la cosa se va yendo a pique y empiezas a leerla cogida con pinzas. La llegada del estrambótico Stragman parece que va a animar el cotarro acompañado de su banda de desarrapados porteadores, pero es mera ilusión.
Los personajes secundarios están desdibujados por lo que su interacción con los protagonistas (básicamente Stragman y Kerans, los antagonistas) es más bien pobre. Beatrice, la única mujer con algo de protagonismo en la novela, es un personaje florero con apenas personalidad de la que hablar. Bodkin, un secundario sin pretensiones, y Riggs, un personaje tópico hasta la médula.
En definitiva, una lectura que defrauda por las expectativas que crea y poco refrescante para el veranito. Después de terminar el libro busqué algo de información para redondear mi opinión y la encontré. La novela es tachada de experimento fallido como mínimo.
Quizá no me equivoqué con el autor, me gustaría pensar así, sino con la obra elegida. En todo caso, está por ver y supongo que le daré otra oportunidad. Al fin y al cabo, parece ser que esta fue su primera novela y cabe la posibilidad de que, después se enmendara y escribiera algo mucho mejor.

Próximamente: "Las sirenas de Titán".