13 julio 2006

¿SUEÑAN LOS CRISTALES…?

Conocí hace muchos años al autor Theodore Sturgeon a través de una colección de relatos que cayeron en mis manos. Había una librería de camino a casa, donde tenían una selección muy amplia de libros de Ultramar. Y cada vez que entraba salía con uno debajo del brazo. El título de ese libro de relatos era “Caviar”.
Hace un año o año y medio, en una librería cercana a casa hubo liquidación de libros de la editorial Minotauro, en tapa dura y con portadilla. Títulos como “Neuromante”, “El verano del pequeño San John” o “El hombre ilustrado” cayeron en mis manos en poco tiempo. Encontrar libros de CF a buen precio, en perfecto estado y con buena pinta es para el aficionado de CF lo que para John Silver una buena botella de ron (digo yo). Entre los títulos que adquirí para mi pequeña biblioteca del género, estaba “Los cristales soñadores” de Theodore Sturgeon, al que recordaba por el libro mencionado y por la recopilación de relatos “La fuente del unicornio”. Hoy terminé de leerlo.
A bote pronto he tenido la sensación de haber leído una novela de Ray Bradbury, o quizás me recuerda a “La feria de las tinieblas” y por eso, y no por otra cosa, pienso en Bradbury una vez cierro el libro. En realidad no creo que ambas novelas se parezcan tanto, es simplemente, aunque a nadie más le ocurra, una asociación de ideas. Incluso, en un instante del inicio de la novela pensé en “Coraline” de Neil Gaiman, en esa niña que cruza una puerta y encuentra… en fin, encuentra lo que encuentra, que no lo pienso contar porque no viene a cuento.
La novela comienza como un cuento extraño, en el que un niño infeliz, Horton Bluett, come hormigas y atesora una marioneta con ojos de cristal. Tiene un padrastro monstruoso. Mucho más que cualquiera de los fenómenos que trabajan y viven en el circo del Caníbal, así llamado por lo mucho que se parece la pronunciación de su apellido, Monetre, a la palabra Maneater, pero también por su odio hacia la humanidad. Horty, escapado y herido, se encuentra con varios componentes de ese circo y se une a ellos, a la albina Bunny, al hombre serpiente Solum, al pequeño fumador Havana y a la hermosa y diminuta Zena. Pero nada parece ser lo que es, ni siquiera Horty y, poco a poco, descubriremos que no es sólo un relato de fantasía, no únicamente una novela de freaks, ni de malvados personajes que sueñan con vengarse de la humanidad. ¿Qué ocurre cuando los cristales sueñan? ¿Sueñan los cristales con hombres de carne y hueso?

12 julio 2006

LA JOVEN DE LAS ESPECIAS

Mezclar Oriente y Occidente siempre resulta atractivo. El misticismo de una parte contrasta con el pragmatismo de la otra. Precisamente en la última película de Aishwarya Rai, la actriz hindú más conocida en Occidente y poseedora del título de Miss Mundo, es lo que pretende. Y casi lo consigue. Lástima que tanto el cine de Hollywood como el de Bollywood se empeñen en edulcorar la vida, porque de otra forma hubiera sido un buen drama romántico de choque de culturas, pero la cosa se queda en drama romántico. Y punto. Es una verdadera lástima que no os pueda contar el final porque, precisamente este es el que me defraudó y no el resto de la cinta que, a pesar del ritmo lento de muchas de sus escenas, es muy entretenida y agradable. No es una gran película con mayúsculas, pero es una película amable, que se deja ver y que transmite una sensación refrescante. Quizá las “pócimas” de especias de Tilo juegan su papel inconscientemente, con el color que emanan y el poder oculto que se les adivina.
El argumento de la película parte del ya trillado “chica conoce chico”, donde la hermosa Tilo tiene que enfrentarse a las fuerzas misteriosas que la encadenan a una vida amorosa inexistente. Ella es una maestra, una servidora de las especias cuya vida está dedicada a ellas de la forma más devota. Tilo no parece tener problemas en cumplir las reglas hasta que tropieza con el chico de la peli que, por cierto, no está nada mal y lógicamente una comprende porque a Tilo se le va el santo al cielo después de conocerlo. Es que estas cosas pasan.
Tilo no puede tocar la piel de otro ser humano, no puede salir de su exótica tienda y no puede desear nada para si misma, tiene que estar despojada de deseos propios y jamás podrá utilizar los poderes de las especias en su propio beneficio. Tilo jamás toca la mano de ninguno de sus clientes, a pesar de mantener un contacto cercano y amistoso con ellos, que ya son visitantes fieles de su bazar. Tilo nunca sale de su tienda y contempla el exterior a través de la cortina de cuentas de la tienda o a través de la vida de sus clientes. Con su don con las especias, Tilo arregla las vidas de mucha gente: una receta para seducir a la chica por la que suspira un profesor de artes marciales, un trocito de canela para un chaval con problemas de adaptación… Cada persona tiene su propia especia, cada especia soluciona una necesidad y Tilo se encarga de adivinar el deseo o la necesidad y preparar lo que resulta adecuado. Pero por mucho que luche para reprimir su propia necesidad, se niega a utilizar la especia que devolverá las cosas a su sitio.
Así pues tenemos un argumento típico con todos los ingredientes salpimentados y emperejilados (especialmente “emperejilada” va Tilo, que estrena un sari para cada ocasión) y una hermosa historia de amor. Pero seguro que el final que yo le propuse a mi amiga a la salida (con la que me reí un montón diseccionando la película) hubiera sido más impactante. Y como le dije a ella, en la vida real ella hubiera regentado un “Todo a 100” y él hubiera trabajado de albañil.

05 julio 2006

COTILLEOS DEL MUNDIAL

Aunque una no es nada aficionada al fútbol y le interesan los partidos del Mundial tanto como ver Salsa Rosa, no pude evitar ser testigo del final del partido entre Italia y Alemania. Más que nada porque en casa lo estaban viendo y yo, pasaba por allí. Así que me enteré de la derrota de Alemania accidentalmente.
Para no perder mi afición a leer el periódico gratuito –cosa que hago, generalmente, los miércoles porque es el día que pillo al repartidor- hoy también ha caído en mis manos un ejemplar. Nunca miro las páginas de deportes pero hoy, pasándolas, me he fijado en una pequeña noticia (y no me preguntéis porqué):
“Klinsmann se queda sin calle en su pueblo. El letrero de la calle del seleccionador alemán, que fue inaugurada el pasado jueves en su pueblo natal, desapareció el sábado”
Como el sábado aún no habían sido derrotados por Italia, porque ocurrió ayer, el que ha quitado/robado la placa con el nombre del seleccionador o es un coleccionista osado o es un visionario con ganas de fastidiar.
Pero no termina ahí la cosa, no, porque ya puestos, terminé de leerme las noticias adosadas a esta y alguna otra también me llamó la atención:
“Tapan las caricaturas de Ronaldinho. La eliminación de Brasil ha provocado que las caricaturas, antes veneradas, de Ronaldinho, Ronaldo o Kaká en las calles del país hayan sido pintarrajeadas para olvidar el Mundial”.

Hombre, a eso se le llama tener un mal perder. Al fin y al cabo, sólo un equipo ganará el Mundial, y los otros, evidentemente, tienen que perder. Que según mi compi, que Brasil no ha jugado todo lo bien que debería debe ser cierto. Quizá se esperaba más de estos jugadores muchimillonarios y archiconocidos, pero hay que saber perder con deportividad. ¿Qué hago yo entonces si siempre pierdo al Buscaminas? ¿Pintarrajeo la pantalla de mi ordenador para olvidar que he perdido?. Tarjeta roja.
Y otro cotilleo futbolero, una noticia de finales. Parece ser que “nadie” se quiere perder el último partido del Mundial, y la flor y nata del mundo-mundial va a estar presente en el palco del Estado Olímpico de Berlín. Desde Kofi Annan o Nelson Mandela hasta Schumacher, Plácido Domingo o Robbie Williams. Estarán todos menos Nadie.
No sé que hago hablando sobre fútbol, y probablemente no se volverá a repetir. Sin duda me preocupan más los fallecidos en Valencia, o las viejecitas asesinadas en el Eixample. Pero de estas dos cosas prefiero no escribir aquí. En todo caso, pido un minutito de silencio para todos ellos. Y para todos los que también se merecen ese minuto (y son muchos) y quizá más atención. Que por culpa de una pelota no perdamos el mundo de vista.